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Dos colinas hay:

se yerguen sobre mí, así,

oscilan, lentas.

 

Frondoso bosque

oscuro y ondulado

mis yemas cruzan.

 

Extensión fértil

recorres en penumbras:

nidos, valles.

 

Cuencos profundos

donde navegar mansos,

extraviados.

A LIBRES DEL SUD

​

¡Despiértame entre las hojas,
allá...donde...
donde el aire es limpio y la mañana fresca,
el molino inquieto y la siesta calma,
la tranquera lenta, la galería soleada,

el atardecer pacífico y la visión lejana!

¡Arrúllame con los sonidos,
esos...tales..
del mecer de copas,
de viento en maizales,
del relincho fugaz
y las aves locuaces,
del crujir de pisadas
entre yuyo y cardales,
de silencio y galope,
de teros y chajaes!
 
¡Enciéndeme con tus noches,
de esas... dame...
las de cielo blanco y reposeras fuera,
las del "sol de noche" y del quinqué que arde,
las de chimeneas que exhalan vivaces
de humo negro y leve cuantiosos caudales,
que despiertan sueños...,
que simulan viajes...!

Envuélveme en tus tormentas,
violentas, copiosas...empápame…,
cuando en el campo abierto los charcos se instalan,
donde el trueno ruge furioso a su antojo
y las cortinas de agua sacuden la tarde,
ráfagas de acero en el verde expectante,
que de "rejucilo" se tiñen danzantes!
 
¡Llévame! ¡Secuéstrame!
¡Rescátame!
¡Hazlo en cuanto puedas!
¡Hazlo cuanto antes!
Y no cedas nunca ante el forastero
que te quiere tan sólo para civilizarte,
transformarte en barrio privado o en "country",
urbanizar tu suelo,
saturarlo de viviendas hasta hastiarse,
y devorar tu paz y tu horizonte abierto,
de pampa extensa y arboleda alterna,
silencio y quietud inconmensurables,
de tu alma y cuerpo propiedades esenciales.

¡Besa mi cabello con tu aroma a menta,
cuando te recorra, algún día,
por la tarde.
Y por las mañanas, embébeme en cardo,
inmersa en tu paz, bajo el sol tajante!
 

¡Que acune el molino mi alma vibrante,
hasta el fin de mis días sólo quiero mirarte.
Reciba tu suelo mi cuerpo al morir,
para descansar en tus brazos de padre!

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