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¡IIIde

IDENTIDAD

 

Entre los libros de familia que descansan

amontonados, mudos, sobre los estantes quietos,

se escabulle y deambula cada noche por la casa,

el espíritu pleno de bondad, cordial, gentil, de mis ancestros.

 

Atraviesa la sala -que hoy es otra-

y en breve vuelo alcanza el corredor

donde el bahiut se yergue, aletargado y señorial,

conservando intacto el aroma de otro tiempo.

Ya no enmarca el amplio comedor

de Larrea 58, quinto piso,

que con su generoso dressoir de travertino,

bajo un paisaje al óleo, de Tanturi,

sobre la densa alfombra,

albergó nuestros almuerzos.

Mas cual sobreviviente de un naufragio,

que se cobró C-A-S-I todo,

me contempla agradecido en el silencio. 

 

Solo unos pocos muebles reconoce,

el perpetuo deambular del familiar espectro,

Pero prefiere alojarse entre esos libros

que lo nutrieron de humanidad, de vidas de otros,

de ficción o versos.

 

Custodia diurna de su compañía soy

y cómplice nocturna de sus vuelos.

Ellos habitan mi sangre donde aun fluye

su inmaterial presencia de recuerdo.

Predican a viva voz mi identidad, mi origen.

Ellos jamás se han ido; están aquí:

no han muerto.

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